Chapa 94 La genética del egoísmo


«Una advertencia de que si el lector desea, tanto como yo, construir una sociedad en la cual los individuos cooperen generosamente y con altruismo al bien común, poca ayuda se puede esperar de la naturaleza biológica. Tratemos de enseñar la generosidad y el altruismo, porque hemos nacido egoístas. Comprendamos que se proponen nuestros genes egoístas, pues entonces tendremos al menos la oportunidad de modificar sus designios, algo a que ninguna otra especie ha aspirado jamás.» (Richard Dawkins, 2002:3).

El Roto, una viñeta y basta para resumirlo casi todo. Publicada originalmente en EL País.
El Roto, una viñeta y basta para resumirlo casi todo. Publicada originalmente en EL País.

No sé si leyeron el artículo de José Álvarez Junco, un historiador que me parece muy interesante y con el que suelo estar de acuerdo. Su análisis del nacionalismo va en la línea de lo que propugnó el historiador británico Eric Hobsbawm. Es decir, que el nacionalismo no existió en ninguna parte antes de finales del XVIII, y el nacionalismo como identidad colectiva no existe hasta bien entrado el XIX y únicamente en algunos sitios. En España, sólo a finales del XIX, para casi inmediatamente fragmentarse en varios, complementarios o antitéticos.

 Sin embargo, el señor Junco parece contradecirse en su artículo, al participar en un debate inútil y lo que es peor alimentarlo. Sin duda bienintencionado, acaba por dar avivar un fuego que en realidad quiera apagar. Aceptando la existencia de pueblos, de diferencias culturales regionales y de ciudades o regiones maltratadas, -no de individuos-, abre la caja de Pandora por mucho que asuma que los nacionalismos son una creación interesada (ver otro artículo más reciente). La discusión sobre la que gira el artículo me parece una pérdida de tiempo. ¿Por qué? Porque como siempre entramos en el debate nacionalista cuando lo que hay que hacer es salir de él. Si reconocemos “derechos históricos” aunque sea de forma metafórica, reconocemos la existencia eterna de la creación nacionalista. El nacionalismo, como Dios, sólo existe si alguien cree en él. Afirmando su existencia se fortalece el odio contra lo desconocido, contra los que pasa a ser el otro, el anti nosotros. Una muestra es el apogeo del “nacionalismo” catalán, el hecho de que gentes normalmente cabales se dejen llevar por la “Idea” para escapar de sus responsabilidades y optar por la vía fácil. Recuerdan cuando insistía en que la crisis actual, debe en parte su fuerza a nuestros errores y faltas. Al hecho de que la inmensa mayoría de las personas, por acción u omisión, hayan entrado en la rueda infernal de consumo y el crédito desmesurados. La gente se enfadaba, decía, dice que no, que la culpa era únicamente de los políticos, de los empresarios, pero nunca de los ciudadanos. Precisamente esa chusma, la que más grita en los bares, la que más protesta detrás de Usted en las colas, es la que se acoda a los mismos políticos y empresarios que cambiando de chaqueta, -de bandera en este caso-, escurren el bulto señalando hacia otra parte.

Otra vez el análisis de Junco me parece erróneo. Los marxistas sí tenían razón, el nacionalismo no es más que una arquitectura superestructural, un cortinón de brocados que oculta intereses económicos y políticos. El nacionalismo apela a lo animal, al rastro identitario inconsciente que nos aleja de la razón y del bien común, sumiéndonos en el egoísmo y la lucha del sálvese quien pueda. Tal vez, continuando la propuesta de Richard Dawkins, -espero que me perdone por mi irreverencia-, el nacionalismo, el tribalismo al fin y al cabo, es uno de los componentes de la genética del egoísmo que tan bien ha desarrollado en su obra El gen egoísta.

Banderás de los paises inventados por Hergé en los tebeos de Tintin.
Banderás de los paises inventados por Hergé en los tebeos de Tintin.

Así, se puede pensar que el comunitarismo, el localismo, regionalismo y nacionalismo serían respuestas atávicas de nuestro pasado prehumano, restos de la guerra sin merced que ocupó a los pequeños mamíferos que fuimos en tiempos de los dinosaurios. Mucho más tarde, los primeros humanos, al calor del fuego, en los arcos de piedras de los abrigos prehistóricos, se agrupaban para darse calor, sobrevivir a las bestias y a los otros grupos que acechaban. Por suerte o por desgracia, hoy vivimos en un mundo que dominamos de tal manera que somos capaces de destruirlo. Por ello debemos exigirnos pensamientos diferentes que superen nuestra animalidad y que aspiren al desarrollo de conceptos abstractos, superiores a las impresiones, donde el sentido común es una trampa. La nación no existe por mucho que lo parezca, igual que la tierra no es redonda por mucho que lo parezca. A diferencia del iletrismo y de la ignorancia científica, el nacionalismo no ha existido durante a mayor parte de la historia de la humanidad, por ello debería ser mucho más fácil superarlo y dejarlo atrás.

La identidad debe ser individual y universal, no cabe la identidad lingüística, regional, de ciudad o nacionalista, al menos, no cabe como identidad fundamental. Es más, éstas deben diluirse y desaparecer como tales, lo que no significa que desaparezcan los idiomas, las ciudades o las regiones. Al mismo tiempo es necesario asumir que las lenguas, las ciudades, las regiones y los países desaparecen, han desaparecido y desaparecerán. Los seres humanos también, pero a diferencia de todo lo anterior esto si me preocupa. El peligro se encuentra en la desaparición de las personas, no de los idiomas o los países. En cambio, la esperanza está en la comunicación, en la instauración de leyes y entidades políticas que engloben, respeten y cuiden a todos y cada uno de los miembros de la especie humana y de todas las demás.

Un país inventado quizá mas poderoso que otros reales.
Un país inventado quizá mas poderoso que otros reales.

Volviendo al artículo veo, por lo poco que voy leyendo, que una vez más la cuestión es salvar a toda costa el tinglado llamado España. La contradicción es supina ya que se trata del mismo tinglado que todos se esfuerzan por desvencijar y destruir. Todas esas élites de las que habla en el artículo, las de todas las ciudades españolas, quieren que todo siga igual, pero quieren más ración del pastel. Las elites catalanas han marcado muchos puntos con este jolgorio que han montado, ¡en plena crisis! Ya se alzan las voces comprensivas afirmando que es verdad, que una región rica merece más; que las infraestructuras, que los derechos, etc…. Es una nueva ronda de café para todos. Y los límites no existen. Ahora ya se habla de Federación, de Confederación, de doble capitalidad, sin tener ni idea de lo que es cada cosa, de que conlleva y que finalmente vivimos en un país, España, el país de la caterva. Un país que necesita más centralización, más acción social y más redistribución, pero basándose en un plan común que otorgue según las necesidades, no según la riqueza. Un plan que sólo puede funcionar con ideales comunes y con consenso mayoritario. Ellos en realidad de lo que están discutiendo, ellos no la chusma, es de dineros. Quién y cuánto.  Ahí peca de ingenuidad el señor Junco.

Por eso vayámonos olvidando, sólo habrá 100% arábica para los pueblos elegidos, el resto tomarán torrefacto. Porque el pastel es limitado, peor, con la crisis se ha reducido su volumen, por lo que en el reparto para dar más a unos habrá que quitar más aún a otros. Es una suma 0. Pero esto parece que nadie lo entiende y todos tiran del mantel, a veces con los mismos argumentos. Los de los ricos, en El País Vasco, en Cataluña y Madrid; y los de los pobres, en Andalucía, Galicia, Extremadura. Ni siquiera los aliados del Galeuska reparan en la incompatibilidad. El nacionalismo catalán dice que ellos son los productivos y los que necesitan carreteras y AVES y no los gallegos o los extremeños que son unos vagos. El nacionalismo gallego en cambio habla del olvido, su complejo de inferioridad es aburrido por reiteración. Reclama más AVES y carreteras, justo las que le niega el catalán y las que no obtendrá si las regiones gestionan cada vez mayor cantidad de sus impuestos. Lógicamente, las ricas tendrán más y las menos ricas menos, ¿como se reducirán entonces las diferencias? No lo harán, al revés aumentarán, creando más tensión, alimentando nuevas diferencias cada vez más palpables, más apoyadas en lenguas, estereotipos y bailes folklóricos.

Señores, lo que se hace realidad es el sueño liberal extremo. Nítidamente, por debajo de la cuestión nacionalista o regional lo que se encuentra es una guerra de clases. El nacionalismo catalán o vasco o madrileño no busca dar más a los vascos, a los madrileños o a los catalanes, buscan definir claramente los límites de clase social. Si los impuestos que pagan los ricos se quedan en manos de los ricos y el de los pobres en manos de los pobres, la fuerza redistributiva del impuesto desaparece. El impuesto desaparece. Eso es lo que quieren. Eso es lo que tendrán. La chusma conservará sus identidades cada vez más lustrosas y brillantes por el odio y la rabia que desprenderán sus portadores. Pero el modelo de Estado de Bienestar que se estaba creando en España habrá desaparecido gracias a los esfuerzos de todos y el Estado será un elemento a favor de las élites y no de los ciudadanos.

El Roto, dibujante siempre genial.

Entrar, por tanto en su debate, significa rendirnos doblemente a absurdos argumentos, de nación y de clase. No existen injusticias contra Cataluña, ni contra Madrid, no existe “colonialismo” castellano en Galicia, decirlo debería estar penado, ni los extremeños son vagos, ni los catalanes avaros, ni los vascos fanfarrones. Los lugares comunes no aportan nada y reducen el debate a la nulidad. Entrando en él reconocemos nuestra derrota y validamos los precios del mercadeo. Una vez más, hoy con más peligro, se olvidan los intereses reales de la población. El derecho a vivir en cualquier parte del territorio sin menoscabo, el derecho a recibir una educación y un servicio sanitario universal y público; el derecho a una vivienda, a un entorno urbano y natural digno y adecuado; el derecho a condiciones de trabajo y de salario suficientes para disfrutar de la vida; el derecho a exigir todo lo anterior; el derecho a la libertad de expresión, incluso cuando se es minoría, el derecho a estar en contra respetando todo lo anterior. Y en un marco no sólo español sino, al menos, europeo.

Mientras se discute sobre si los vascos en taparrabos que jugaban a pelota ya era “libres” en tiempos de los romanos, y que por ello pasaron de largo por si aparecía Asterix, y expertos muy serios hablan del derecho catalán medieval, o comentan las épicas baladronadas de los celtas metidos en sus castros tocando la gaita, o el arte de los araboandaluces bailando flamenco, mientras todo eso tan interesante ocurre, se descuartiza y se privatiza el Estado, el nuestro caballeros. Los problemas reales han sido y son la mala gestión de Estado, no el Estado en sí, ni el país. Y esa gestión es humana, hay por tanto responsabilidad de quienes lo han gobernado en todas sus instancias. Tanto la de los autores que hoy son los lideres del jolgorio como la de los ciudadanos que les votan compulsivamente.

El principal problema son sus ciudadanos, que votan a partidos que fomentan la demagogia y cuya única virtud es el escapismo, que escurren el bulto y que construyen, con dinero publico, colegios, hospitales, carreteras para después privatizarlos. Son los ciudadanos que votan, los que eligen que con su dinero se salve a bancos y empresas privadas sin exigirles contraprestaciones. Son ellos los que validan los inútiles monumentos faraónicos que se construyen a fondo perdido con sus fondos; los que aplauden cuando con el dinero público se viola a la Historia, a la cordura y a la razón o se festeja a terroristas y golpistas. Son ellos, somos nosotros, los responsables. El Estado, el país, somos nosotros, y de nosotros mismos no podemos independizarnos.

Podríamos haber esperado que de la crisis económica mundial surgiese un modelo de capitalismo más humano y menos inestable. Podríamos haber imaginado una vuelta hacia una socialdemocracia keynesiana. Nada más lejos de la realidad. Negros y marrones nubarrones se ciernen en toda Europa. La demagogia es muy práctica para ganar elecciones donde el marketing y el titular en negrita es el rey. Tenemos lo que merecemos, pero es demasiado peligroso para no intentar detenerlo. España (y Europa) no necesita federalismo, España no necesita nacionalismo, España necesita sentido cívico, responsabilidad y voluntad para que las cosas mejoren gracias a que las personas empujen en la misma dirección, se olviden de las lenguas en las que hablan, expulsen a la Iglesia de sus conversaciones y de la educación, exijan dignidad, salarios justos a sus empleadores y comiencen, de una vez por todas, a ser ciudadanos.

Mapa del Páis de Oz. Allí viven muchos nacionalistas.
Mapa del Páis de Oz. Allí viven muchos nacionalistas.

Discutiendo sus delirios no podremos resolver nada. Los derechos son primero políticos, no históricos. La política tiene que garantizar los derechos individuales y sociales, nunca comunitarios, étnicos o grupales. Creyendo en sus delirios los hacemos tangibles e indiscutibles Hay que romper el círculo, hay que salir de su terreno para mostrar su flaqueza, para que les de la luz y les veamos tal y como son. Pero como dice Junco, “temo que es tarde para todo esto”. Así que con un poco de suerte el jolgorio seguirá en con forma federal, confederal o de burdel.

Diciembre 2013

Richard Dawkins en su libro el Gen Egoísta (Salvat 2002, publicado en 1976) desarrolla un evolucionismo darwinista que él define como ortodoxo y según el cual, la evolución de la especies no sería tal. En realidad son los genes individuales, egoístas, los que buscan la reproducción del individuo, usando cualquier medio y siempre en combate directo con los miembros de su propia especie. Este mecanismo biológico y zoológico carecería de toda humanidad, y Dawkins propone comprenderlo para poder modificarlo. Sin duda el libro merece una reseña, que aparecerá pronto. El título del artículo está inspirado en su libro, por si quedaba alguna duda.

Artículos citados (enlaces, más arriba, en el texto):

– Historia de dos ciudades, José Álvarez Junco, El País 29 septiembre 2013.

– Argumentos trasnochados, José Álvarez Junco, El País 27 enero 2014.


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