Chapa 98 Repeticiones


Danza, piensa, llora, vive. Fotografía de Sebastião Salgado.
Danza, piensa, llora, vive. Fotografía de Sebastião Salgado.

“Med kroppen mot jorden
finns det inget jag måste förstå”
“Con el cuerpo contra la tierra
no necesito nada más para entender”
Canción de Lisa Ekdahl.

Pienso que me repito sin cesar. Que encadeno una y otra vez una argolla más, a la trabajosa tarea de Sísifo. Que alzo una vez, y otra más, la misma mano para decir lo mismo. Y, sin embargo, cada vez parece distinta, porque la luz se dobla y, de repente, la bruma se disipa en un estremecimiento de fotones, que acompañan una voz, que de temblar se encabrita y trona por encima de la muerte, la ignorancia y todos los males, que nunca estuvieron dentro de ese mito de esperanza que es la caja de Pandora. Narrar, como un sonido rasga el aire y se alza por encima de la atmósfera no tiene sentido, pero sigo intentándolo, sigo repitiéndome.

La belleza perfecta. Fotografía de Sebastião Salgado.
La belleza perfecta. Fotografía de Sebastião Salgado.

Cierta música eleva, a cada uno la suya, sin relación con los idiomas conocidos, con el sustrato cultural o con el gusto al que estemos adaptados. Súbitamente, una voz, un tañer de cuerda, un riff salvaje de guitarras, un castrato falso, otra voz ciega y sola, un cuerno que revienta las soledades espaciosas donde no hay más que piedra, bosque y animales. No podemos resistirnos al tableteo de esos sonidos que encadenan melodías rotas por silencios o adobadas de acompañamientos que suben y bajan, que nos llevan, aunque no queramos, que revientan al final en éxtasis o en dolor.
Creo que todos los humanos habrán sentido algo parecido alguna vez, aunque no lo recuerden, aunque se resistan a describirlo, aunque odien la música, aunque sus gustos parezcan deleznables. No es la calidad de la música, es la calidad del sentimiento, algo que potencialmente, todos compartimos.

Me repito lo sé, pero apenas me importa. A fuerza de repetirnos nos creemos lo más estúpido, sin embargo, repitiendo, podríamos descubrir lo que se acerca a la realidad. Y dejar de perder el tiempo con tanta tontería. Pensar en nosotros mismos. Desarrollar el sano egocentrismo que no sabemos definir. Que, perdido, nos aleja del yo único que somos, para fundirnos en la masa absurda del consumo, en el último pueblo inventado o la deleznable comunidad que me hace pertenecer a un gueto fósil. Por eso me busco dentro de los otros, aunque no les entienda y me encuentro sólo donde nadie más que los árboles, respira.

Sé que me repito cuando cuento que vi una vez al fotógrafo brasileño Sebastião Salgado y al escritor portugués Jose Saramago. Supongo que da lo mismo y que de todas formas ya está hecho. Los vi en una conferencia en el anfiteatro de alguna facultad, no de la mía, de la Universidad Complutense. Era el Madrid de los 90, signifique esto lo que quiera significar, pero ya es, ciertamente, historia. Lo es porque Saramago murió y Salgado, que nunca peinó canas, se ve más viejo aunque no menos tieso. Es historia porque el tiempo comprimió los años y acabó con muchas memorias.

¿Más humanidad contradictoria que en está foto? Miseria, dolor, envidia, locura, ¿heroísmo o cobardía? Fotografía de Sebastião Salgado.
¿Más humanidad contradictoria que en está foto? Miseria, dolor, envidia, locura, ¿heroísmo o cobardía? Fotografía de Sebastião Salgado.

Los vi sólo, mis amigos no fueron por algún motivo explicable, pero ya perdido en el tiempo. Los vi sólo, si es que no me equivoco, es lo que tiene la historia. Recuerdo, o creo recordar, que ya hablaban de la naturaleza, de los desastres que el ser humano causa con su afán de acumulación y de progreso. Un afán positivo que muchas veces tuerce la mira y crea un progreso destructivo, alienante y arcaico. Los vi. A Salgado lo he vuelto a ver, pegado a la foto de una revista, contemplando las colinas de Minas Gerais, donde lucha por la reforestación y por devolver a esa zona de Brasil, un equilibrio ecoecológico difícil y contradictorio.

He vuelto a ver sus fotos que son cuadros, que son telas donde el ser humano cuenta su propia paradoja. Esos clichés en blanco y negro muestran la belleza de la gran contradicción que es la Evolución en el planeta. Los logros de los átomos ordenados, que provocan las lagrimas al contemplar la belleza extrema de lo banal. Lagrimas que brotarán de nuevo tras la belleza magnifica del horror y el dolor de la humanidad. La sistemática opresión del hombre por el hombre que en las películas de Salgado se vuelve orgullo y valor. Las fotografías devuelven la humanidad a los hombres y las mujeres que sufren a diario, como la reforestación devuelve el manto verde de la Mata Atlántica al sudeste de Brasil.

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Sebastião Salgado fotógrafo y ecologista.

No obstante, las contradicciones afluyen. Porque Salgado hace de lo terrible algo estéticamente tan bello, que a veces nos olvidamos de que ese gesto inmortalizado es sólo un instante de honor y de respeto, en una vida de esclavitud. Paradojas, porque Salgado financia sus esperanzas con el dinero de la Companhia do Vale do Rio Doce, una de las principales multinacionales de la minería. Esta empresa surgió precisamente en Minas Gerais y es responsable, junto a otras, de la deforestación, la contaminación y el agotamiento de los recursos en medio mundo. Gracias a su financiación, y al apoyo político de los gobiernos de la “nueva izquierda latinoamericana” algunas cosas mejoran en Brasil y en otros lugares. Un poco, algo en un mar infinito.

Difícil que Salgado resuelva el entuerto de su contradicción. No es culpa suya, que la nueva izquierda, la izquierda, haya traicionado las esperanzas de medio mundo tragándose las vigas del capitalismo más financiero y más opresivo. No es culpa suya, que el poder sea cada vez más inmaterial y más terrible. No es culpa suya, que los humanos seamos tan inconstantes, tan viles, tan volubles, tan capaces del heroísmo como de la traición. No es culpa de nadie y es culpa de todos que la tragedia humana se interprete para un publico mudo, inmóvil, gregario y temeroso, ignorante por convicción.

Pero hoy yo no lo voy a juzgar. Hoy quiero dejar abiertas las puertas a la paradoja, sobre todo para cubrirme las espaldas, no soy yo ni especial, ni miembro de ningún pueblo elegido. Mañana, tal vez coja un hacha y deshaga los nudos gordianos de la dialéctica, pero no hoy. Hoy prefiero que otros piensen, porque cuando muchos piensan, las soluciones son, siempre, mucho mejores. Siempre y cuando nuestro yo sea capaz de reconocer sus limites y aceptar que los demás pueden pensar y, que, generalmente, lo hacen, mejor que nosotros. Yo me iré a pasear o a recorrer los caminos ocres donde las hojas se velan de oro. Me iré bastante lejos, donde no se oiga el ruido de los coches y el reflejo de la nieve recuerde el invierno que llega. Me iré donde el frío sea intenso y el aire seco me queme por dentro y por fuera.

Será un tiempo para repetir los consejos, para repetir las ideas, hasta que éstas se destrocen contra los acantilados de la razón. Hasta que las ideas, los deseos, las esperanzas, se desembaracen de las escorias egoístas, de lo fatuo, de lo inútil y, sobre todo, de lo injusto. Tal vez, al final, tal vez, con la primavera, algunas ideas de algunos hayan perdido su nombre y ya no sean paradoja. Y finalmente, embate tras embate doblen, redondeen, pulan, los escollos de la razón.

Amor humano fuera de la humanidad. ¿qué están pensando?Fotografía de Sebastião Salgado.
Amor humano fuera de la humanidad. ¿qué están pensando?Fotografía de Sebastião Salgado.

El artículo que dio origen del texto fue Salgado Objetif Forêt, publicado el 8 de octubre de 2014 en la revista francesa Telerama.


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